Empezando a caminar San Petersburgo
Nuestro recorrido comenzó en la Catedral de la Virgen de Kazán simplemente porque fue el primer gran edificio que vimos yendo desde la estación de tren hacia el hotel.
En plena avenida Nevskiy, fue construida tomando como modelo la Basílica de San Pedro en Roma, en 1800, para guardar dentro la imagen de la Virgen de Kazán, uno de los íconos religiosos más venerados por los rusos. También está enterrado Kutúzov, un importante militar ruso.
Por dentro, el templo es imponente. Techos altísimos, arañas enormes, pisos de mármol y paredes llenas de cuadros con íconos ortodoxos. A diferencia de las iglesias católicas que tienen esculturas de Santos, tanto en el altar principal como en los laterales; los cristianos ortodoxos no pueden o no tienen permitido hacer representaciones tridimensionales de santos y vírgenes. En realidad, la explicación es mucho más profunda del “no los dejan”, en otro momento ahondo un poco más en el tema para los interesados.
La entrada a esta catedral es gratuita, pero no está permitido sacar fotos. Nosotros suponemos que esta regla tiene que ver con la actividad religiosa que hay dentro del templo en todo momento. Pudimos ver como en uno de los altares lateral y separando un cordín con la leyenda “No turistas. Solo orantes” se llevaba a cabo una celebración, larga fila para rezar y besar el ícono de la Vírgen de Kazán ubicado en el iconostasio mayor, y un gran número de fieles que recorría los íconos de las paredes del templo ofreciéndoles unas finas velas encendidas que colocaban en candelabros comunitarios delante de la imagen.
Un detalle que nos llamó la atención, y se repitió en todos los templos ortodoxos que visitamos, fue los puestos de venta de libros, velas, cadenitas, anillos, íconos, ect. dentro del mismo templo, casi siempre, cerca de la puerta de entrada o salida.
Un poco de historia sobre este santuario. Durante la Rusia socialista fue cerrado y en 1982 utiliza como “Museo de historia de la religión y ateísmo”. Para 1992 era devuelto a la Iglesia Ortodoxa y abría nuevamente sus puertas a los devotos rusos.
Catedral de San Nicolás de los Marinos
Dejando atrás esta iglesia, y siguiendo el canal Griboedova hacia el oeste llegamos a la Catedral de San Nicolás de los Marinos y a la Nikolskaya Ploshchad (Plaza de Nicolás). Como San Petersburgo es una ciudad costera, es lógico que los marinos tengan una iglesia dedicada a su santo patrono. Pintada de celeste (¿cómo el mar?), blancas las columnas, marcos de ventanas y puertas y cinco cúpulas doradas coronado su techo exterior, es el clásico templo ortodoxo ruso. Una de las cuatro iglesias de San Petersburgo que no fue cerrada nunca, aún en la época soviética. La entrada también es gratuita.
Ya sea por quedar más alejada de la Nievskiy y del centro, o por sus dimensiones (apenas más) reducidas, los únicos turistas éramos nosotros dos. Pero también estaba el cordín separando el área de la celebración de la que estaban participando no más de 30 personas.
Otra particularidad de las iglesias ortodoxas es que no tienen asientos. Durante toda la “misa”, los fieles están parados delate del iconostasio, que es como una gran pared (siempre va de norte a sur) que separa el templo en dos partes: el santuario, solo para clérigos, y la parte central, en la cual están los íconos en las paredes y los fieles orando. El iconostasio está decorado con una gran cantidad de íconos, muchas veces llegando a los cientos. Posee tres puertas; la central, por la que solo pueden entrar sacerdotes, la meridional, diaconal o simplemente, la de la derecha, y la septentrional o de la izquierda.
Por las orillas del Kryukova
Volviendo al recorrido, salimos del templo a seguir las márgenes de otro canal que nos llevaba derechito hasta la costa del Neva, el Kryukova.
Durante este trayecto pudimos ver el Teatro Mariinsky, en la orilla este. Llamado así en honor a la esposa del zar Alejandro I, María Aleksándrovna, es un edificio pintado de verde (¿pastel?¿verde agua?) que tuvo sobre su escenario grandes artistas rusos de ballet y ópera. Para los interesados en una visita virtual al museo, les dejo la página oficial:
Llegando a la intersección entre los canales Moyka y Kryukova, teníamos la intensión de poder recorrer la isla Nueva Holanda, pequeño pedazo de tierra que quedo rodeado por canales durante la construcción de la ciudad y, que por su gran similitud, le pusieron el nombre de la ciudad a la que asemeja. Lamentablemente, estaban trabajando en la repavimentación del puente que permite el acceso a la isla (Krasnoflotskiy most) y en la calle lateral, así que tuvimos que cruzar el Moyka por el Potsluev most (Puente Potsluev) y continuar hasta el Neva por la calle Truda.
Dos edificaciones de importancia en el tramo hasta el Neva. El primero, el Museo Naval Central en la primera “cuadra” (no existe cuadras de 100metros en Rusia!) y la segunda, el Palacio de Nicolás (Nikoláievski dvoréts) construido para el hijo Nicolás, del zar Nicolás I.
A ninguno de los dos entramos. Sobre el primero, puedo contarles que es una enorme edificación de ladrillos vistos, y que por lo que averiguamos, contiene resabios navales de todas las guerras rusas, es decir, cañones, trozos de barcos, instrumentos de navegación, armas, ect. No muy interesante para mí.
El Palacio de Nicolás es una construcción clásica en forma de “C” cuadrada, pintado de rosa con puertas, ventanas y columnas blancas. Su interior fue desde la residencia del zar Nicolás II y su familia, pasando por sede de un colegio de señoritas, oficinas sindicales durante la revolución bolchevique, y en la actualidad es posible cenar disfrutando de danza y cantos tradicionales rusos.
Almuerzo + guía rusa express
Eran cerca de la una y media del mediodía y finalmente llegamos a la costanera del Neva. Como desde el desayuno en el tren, a las 7.30hs, no comíamos nada, por lo que las cuadras que nos separaban de la avenida Nievskiy las recorrimos bastante rápido, sin detenernos demasiado a ver edificios y monumentos.
Sobre la calle central de San Petersburgo está la más variada oferta de restaurants, puestos y casas de comidas rápidas. Por nuestro desconocimiento y las ganas de comer algo rápido y seguro (no queríamos arriesgarnos con comida rusa todavía), terminamos en el clásico local de hamburguesas y papas fritas de Ronald. Almorzamos por unos 456 rublos, que son cerca de 13 dólares, un BigMac con papas, una ensalada y gaseosas.
No sé si habrá sido por nuestro aspecto de turistas, porque nos habrá escuchado hablar en otro idioma que no era el ruso o porque teníamos abierto el mapa sobre la mesa mientras comíamos, la cuestión es que se nos acercó unas de las chica que estaban en la mesa de al lado, de unos 20-25 años, y nos preguntó si queríamos que nos señalara algunos puntos de la ciudad que no podíamos dejar de ver. Sin desperdiciar el ofrecimiento, empezó a marcarnos un montón de lugares en el mapa haciendo una breve reseña de cada uno. Nos preguntó si teníamos pensado ir al Hermitage, a lo que le respondimos que le íbamos a dedicar todo el día siguiente y levantando el pulgar, aprobó nuestra idea. Agradeciéndole la información que nos brindó, se sentó nuevamente con sus compañeros de mesa para terminar su almuerzo.
Comida, descanso y las recomendaciones de nuestra vecina de mesa fueron la combinación perfecta que nos dio el impulso para seguir recorriendo San Petersburgo.
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