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Final del viaje a San Petersburgo



Terminado el almuerzo y un poco más secos después de la lluvia, seguimos recorriendo la ciudad.

Visitados algunos de los lugares más importantes hacia el sur del Almirantazgo y la Fortaleza, nos quedaba ir hacia el noroeste. Asique tomamos la costera Dvortsovaya naberezhnaya (algo como Palacio Embankment) que luego cambia de nombre a Kutuzova naberezhnaya (Terraplén de Kutuzov).

Mable Palace o Palacio de Mármol, primer punto que visitamos, es una enorme residencia que debe su nombre a su decoración, se utilizaron más de 32 tonos distintos de esta piedra. Construido por y para el favorito de la emperatriz Catalina la Grande, Grigori Orlov, el palacio es un excelente ejemplo del mejor neoclasicismo ruso. En el jardín frente al Palacio, se destaca la estatua ecuestre del zar Alejandro III.
Un par de metro más adelante del Palacio se encuentra la Plaza de Kutuzov y la estatua conmemorativa a este militar petersburgués que luchó en la guerra contra el ejército napoléonico.

Más adelante, encontramos el Palacio de Verano de Pedro el Grande, rodeado de un enorme jardín dividido en sectores por arbustivas paredes. Cada división estaba decorada con una fuente en el centro y floridas glorietas en sus esquinas. A pesar de los molinetes en la entrada, no hay que sacar tickets.

Doblando por la Shpalernaya ulitsa (¿calle de los tapices?), pudimos ver el imponente edificio que nada tenía que ver con el clasicismo ruso de la mayoría de San Peterburgo, el Cuartel General del Servicio de Seguridad Federal (antigua KGB).

Solo por el mapa pudimos darnos cuenta que estábamos frente al Centro de Exposición de Flores y al Palacio de Tavrischeskiy siguiendo por la calle de los tapices. Por fuera, los edificios no salen de lo común.

Catedral Smolnyy


Al final de esta calle estaba nuestro objetivo, la Catedral Smolnyy. Obra del arquitecto italiano Rastrelli (mismo del Palacio de Invierno, el de Catalina y el de Peterhof) al mejor estilo barroco, estaba destinada a ser el templo del convento en el cual Isabel, hija del zar Pedro I, tomaría los hábitos. El edificio blanquiceleste de tres cúpulas, habría sido el más alto de la ciudad si el arquitecto hubiese contado con  los fondos para  terminar el campanario proyectado para el templo.

La catedral abre de 10.30 a 18hs (salvo los miércoles), y la entrada vale 150 rublos con la posibilidad de subir a la torre de la campana, por 100 rublos más, y ver la vista panorámica de San Petersburgo.
Cuando nosotros llegamos el templo estaba cerrado, y recién eran las tres de la tarde. Pero siguiendo a una chica que resultó más perdida que nosotros, dimos la vuelta a todo el santuario terminando en la Plaza Rastrelli que lo precede.  

Continuamos por la calle “Dictadura del proletariado” (estamos en Rusia no?!) doblando, para ver el edificio del Gobierno Regional de Leningrado, hacia la izquierda del pequeño tramo por el que anduvimos de la avenida Suvorov .

En la Kirochnaya ulitsa pudimos ver el Jardín Tavricheskiy, detrás del Palacio del mismo nombre (el edificio que no decía nada…recuendan?) y la estatua del famoso autor de la música del ballet “El lago de los cisnes”,  Piotr Ilich Tchaikovsky.

Plaza de las artes - atardecer en el Neva

Tomamos un atajo por la Preobrazhenskaya Ploshchad  (Plaza de la Transfiguración) para visitar la Catedral del mismo nombre. Como todas las iglesias de culto petersburguesas, no se cobra entrada.
Siguiendo por la calle Pestelya, cruzamos el canal Fontanka por el puente Panteleymonovskiy, nombre dado en honor a la Iglesia de San Panteleymont que está en una de sus orillas.

Giramos por la Sadovaya ulitsa (Calle del Jardín) y arribamos a la Ploshchad Iskusstv  (Plaza de las artes) donde elegimos una sombra para descansar  frente a tres de los más importantes edificios de la ciudad. De estilo neoclásico ruso se erigen Teatro Mikhaylovskiy, el Museo Ruso y el Museo etnográfico Ruso.  La plaza tiene en el centro una estatua del famoso poeta y escritor ruso Aleksandr  Pushkin (por todos lados hay calles, edificios, monumentos, etc. dedicados a él ).

Después de estirar las piernas un rato, nos acordamos que en la costanera del Neva había “bajadas”  al  río perfectas para ver el atardecer y hacia allá fuimos. 

Desde nuestro lugar, pudimos ver pasar muchísimos barquitos cargados de turistas disfrutando de la  mejoría del clima y sacar algunas de las mejores fotos, que solo son posibles gracias a la inmejorable luz del atardecer.

Horas finales en San Petersburgo

Cerca de las 8.30pm fuimos a cenar al mismo lugar de comida rusa del mediodía. Otra pizza para mi acompañante, ensalada y pan relleno para mí (que entendí mal y terminó siendo de cebolla).
De paso para la estación de tren, buscamos el equipaje dejado en guarda en el hotel a la mañana.
En  nuestra última caminata por la avenida Nevskiy no pude dejar de pensar en lo indispensable que es pasar por San Petersburgo si estás en Rusia.

Pensada por hombre y mujeres inquebrantables ante el hostil clima nórdico, con importantísimos aportes de arquitectos, constructores y artesanos españoles, italianos, alemanes, franceses, entre otros; la ciudad de Pedro y  su hija Catalina, nada tiene que envidiar a una capitalina urbe europea.

Ultimo día en San Petersburgo


Te amo, creación de Pedro, amo tu aspecto severo a un tiempo y lleno de armonía. La corriente del Neva majestuosaentre sus parapetos de granito. El arabesco de tus férreas rejas,el transparente ocaso de tus noches.
Alexandr Pushkin

Amaneció otra vez nublado y el pronóstico anunciaba lluvia por la tarde; pero nuestro último día en la ciudad no lo íbamos a desperdiciar.
El horario máximo de check out del habitación era a las 11 am, asique nos dimos unas horas más de sueño que el día anterior y salimos a desayunar recién a las 10.30hs. Nuevamente en la famosa casa de comidas rápidas y el menú prometido el día anterior.

Fortaleza de San Pedro y Pablo

Nuestro primer destino del día fue la isla Záyachi, lugar elegido por el fundador de San Peterburgo para construir el bastión que defendería la salida al Báltico y es, actualmente, la fortaleza militar del siglo XVIII mejor conservada de Europa.
Construida primero de madera y tierra, y más tarde de piedra, la muralla tiene seis lados y una torre en cada uno de sus ángulos. Por dentro de ella, entre otros edificios, se erige el templo más antiguo de la ciudad, la Catedral de San Pedro y Pablo, mausoleo imperial de toda la dinastía Romanov. Construida en 1712 por el arquitecto Trezzini, de su torre más alta parte una flecha (así se le dice a la “columna” que tiene apuntando hacia el cielo) de 120 metros coronada con un ángel dorado.
Para llegar a la Fortaleza hay que cruzar primero a la Isla Vasilievsky, nosotros lo hicimos por el Puente del Palacio, y rodeamos la Plaza de la Bolsa (Birzhevaya ploshchad) para cruzar por el puente del mismo nombre a la isla Kirovsky. Desde aquí, la fortaleza tiene dos vías de acceso: el Kronverkskiy most y el Ioannovskiy most. Este último constituye la entrada principal donde se encuentra la “Puerta de Pedro”, decorada con un águila bicéfala símbolo de los zares.



Nosotros entramos a la isla del bastión por el puente secundario y recorrimos los jardines exteriores y la playa, lugares perfectos para descanso y picnic de mediodía o merienda vespertina. Los edificios costeros del otro lado del Neva, Palacio de Invierno, Hermitage, Almirantazgo, entre otros, constituyen la hermosa vista que se puede apreciar. En el interior de las murallas, las calles rodean los edificios de época imperial en perfecto estado de conservación.
El territorio de la Fortaleza está abierto al público todo los días de 8.30 a 21hs con entrada gratuita. Para la entrada a la Catedral de San Pedro y Pablo, así como al resto de las exposiciones que hay dentro de los distintos edificios del bastión, hay que sacar tickets (no superior a los 250 rublos). Las boleterías abren a partir de las 10am.

Y se cumplió el pronóstico

Durante toda la mañana habíamos visto, del noreste y avanzando hacia nosotros, nubes que amenazan con lluvia. Cerca de la una del mediodía, justo cuando terminamos de recorrer el interior de la Fortaleza frente a la Catedral, comenzó la tormenta pronosticada. Nos refugiamos debajo del arco de una de las dos entradas esperando que pasara el chaparrón, pero después de media hora, decidimos desandar el camino de ida hasta la avenida Nevskiy.

Almuerzo ruso

Son muy populares en Rusia los locales de comida al paso. Con la organización de un restaurant pero sin mozos, cada uno elige lo que va a comer entre una variedad de platos expuestos en el mostrador o servido desde ollas y fuentes por el personal. Creps rellenos, ensaladas, carnes cocidas de diferentes formas, arroz, puré y las infaltables sopas son, entre otros, los platos que se ofrecen.

Me arriesgué probando unas lentejas, que bauticé, “lentejas rusas”, porque no pude averiguar el nombre. Quería acompañarlo con pan, asique le señales un bollo de pan que estaba junto con otros en una bandeja, y la chica, para mi sorpresa, tomó uno y lo metió en el microondas!. Resultó ser un pan con puré de papa adentro, al estilo knishe, y me gustó tanto que todavía tengo pendiente buscar la receta. Mi hermano, más interesado en la cantidad que en innovar, pidió una pizza.

Museo Hermitage (Parte II)



"La sospecha más frecuente de un niño en un museo:
¿y esto es de verdad o de mentira?"
Jorge Wagensberg

¡Al fin dentro!

Atravesamos la puerta principal del museo casi a la una del mediodía. El hall principal estaba repleto de gente. Haciendo otra fila para pasar los molinetes y acceder a los salones de exposición vimos los carteles que prohibían la entrada con mochilas, abrigos, paraguas, comida, líquidos, etc. Asique volvimos sobre nuestros pasos hacia los guardarropa (que son gratuitos). En el camino de vuelta a los molinetes conseguimos mapas del museo (en español!!!), y después de pasar por el detector de metales (están en absolutamente todos lados en Rusia: aeropuertos, shoppings, estaciones de metro y tren, hasta en el supermercado) y leer un poco de la historia del museo y su construcción en unas pantallas táctiles en el hall, empezó nuestro recorrido.

El museo está organizado en orden ascendente, es decir, a medida que se sube, encontramos obras cada vez más actuales. Nosotros empezamos por el Antiguo Egipto (salones marcados en naranja claro en el mapa). Miles de piezas de esa época se exponen en enormes vitrinas. Piedras con jeroglíficos tallados, estatuas, esfinges, joyas, vajilla diaria y de ceremonial, hasta momias en perfecto estado de conservación. Fue bastante dificil fotografiar esta última porque justo llegó un contigente oriental y es muy conocida (hasta motivo de bromas) la afición que tienen a sacar muchísimas fotos.

Seguimos por los salones de cultura gregorromana, reemplazando las estatuas de cleoplatra por las de Júpiter y Afrodita, y la piedra caliza pintada por el blanco mármol. Acá también pudimos ver enorme cantidad de esculturas y objetos de uso diario de la gente de la época.

Nos dimos cuenta que estabamos demorando demaciado en cada sala porque eran las 2.30 de la tarde y no habíamos terminado de ver la plata baja (faltaba las antiguedades seberianas, Asía central, el cáucaso y oriente antiguo). Asique desidimos apurar un poco el paso, pero después de comer algo.
Si bien habíamos previsto el almuerzo preparando sandwichs, agua y algo de fruta, no conocíamos la prohibición de entrar con comida. Nos habían comentado que había lugares para comer adentro del museo y simplemente asumimos que ibamos a poder almorzar lo que llevaramos. Pero, paradójicamente, el pinacoteca cuenta con tres o cuatro cafeterías que ofrecen todo tipo de comidas al paso, reconozco que para nada costosas.

Después del frugal almuerzo, pasamos directamente a los dos pisos superior. Hay varios accesos, pero la escalinata principal es la más utilizada porque muestra todo el esplendor y el lujo de la época imperial. Alfombra roja, paredes blancas decoradas con figuras en relieve, apliques dorados y espejos, es uno de los puntos más elegidos para sacar LA foto, por lo que hay que esquivar fotografos y modelos para evitar salir en las tomas.

Planta principal y segundo piso


Entre miles de cuadros de toda Europa, gobelinos, exposición de vestimental y habitaciones imperiales se destacan los dos Da Vinci que hay en el Museo: el Benois Madonna y el Litta Madonna. Ambos representan a la Virgen María sosteniendo en sus brazos al niño Jesús. La gran fama de su autor hace que para verlo de cerca haya que hacer cola delante del cuadro, sin poder salvarte de los empujones (y estamos en un museo!!). Pero tanto vale la pena que hice la cola dos veces.

En la segunda y última planta se exponen las obras que más familiares nos resultaron. En su mayoría del siglo XIX-XX francés, se pueden apreciar las creaciones del fundador del imprecionismo, Claude Monet, así como de sus seguidores, Renoir, Sisley, Pizarro y Degas. También pueden verse obras de los postimpresionistas, Cezanne, el famoso Van Gogh y las hermosas imágenes de nativos taitianos de Paul Gaguin. El gran ausente fue Matisse, había carteles explicativos de porque no estaban expuestas sus obras, pero no llegué a entender si los estaban restaurando o los cambiaron de lugar.

El Hermitage posee unas de las grandes colecciones del gran maestro del siglo XX, Pablo Picazzo, con más de 30 esculturas, cerámicas y cuadros del artistas español más representativo del cubismo.

Paradójicamente, las salas más contemporáneas son las que menos visitantes atrajo ese día, probablemente por el calor o por lo avanzado de la tarde, nos quedaban 30 minutos hasta la hora de cierre a las 18hs.

Finalizando la visita...

Recorrimos muy rápido lo que nos quedaba de la plata superior: Bizancio, cercano y lejano oriente; y dimos por finalizada la visita a la pinacoteca catalina. Bajando las escaleras hacia la planta baja, encontramos a un vendedor de los clásicos libros con poco texto y grandes imágenes de las ciudades turísticas. Y después de recorrer todos los piso durante el día, resultó este el más económico, asique compramos uno de San Petersburgo ( me está ayudando mucho a la hora de recordar y poder escribir ).

Recuperada la mochila del guardarropas, dejamos atrás las puertas del museo para encaminarnos al hotel. Luego de casi cinco horas de recorrer salas en las que se exponen las obras de grandiosos artistas así como los objetos que usaron personas hace miles de años, estabamos cansados pero felices. Más que recomendable la visita a este Museo para los que vayan a esta ciudad.

Esa noche cenamos lo que teníamos preparado para el almuerzo, y después de ver una película (a medias en mi caso) nos dormimos pensado todo lo que nos quedaba de recorrer en nuestro último día en San Petersburgo.

Visita virtual al Museo Hermitage:

Museo Hermitage (parte I)




“El éxito de un museo no radica en que la gente vaya, sino en que la gente vuelva” Jorge Wagenserg.

Durante la madrugada de nuestro segundo día de viaje, me despertó la lluvia golpeando violentamente la ventana de la habitación y pensé: “menos mal que hoy vamos al Hermitage”. Y me volví a dormir.

Cinco edificios interconectados

En 1754, la emperatriz Isabel (hija de Pedro I) encargó al arquitecto italiano Bartolomeo Rartrelli la construcción del Palacio de Invierno, primer edificio del quinteto en levantarse y utilizado como residencia de los zares. Para 1764, Catalina II (esposa de Pedro III, nieto de Pedro I) impulsa la construcción del Pequeño Hermitage (“pequeña ermita”) como lugar para poder descansar de las intrigas palaciegas y albergar sus primeras compras de arte. En el mismo año, la monarca adquirió cerca de 220 cuadros de pintura holandesa y flamenca, a partir de la cual, se dice que empezó la historia del del Museo. El Gran (o Viejo) Hermitage es edificado con el fin de alojar la biblioteca y la siempre creciente colección de obras de arte de Catalina la Grande en 1771. Doce años después, en 1783, manda a construir el Teatro Hermitage. Pasaron muchos años hasta que la pinacoteca pasara de ser privada a poder ser admirada por los ciudadanos del mundo. El zar Nicolás I, viendo como el sistema de museos estatales surgía en Europa, decidió abrirlo al público. La entrada para los visitantes, la apertura de nuevas salas (estás dos formaron el Nuevo Hermitage) y la decoración del museo terminaron de armar al Museo más importante de Rusia como lo conocemos hoy en día.


Y siguiendo con nuestro viaje


Cerca de las 8.30 de la mañana, me levanté y me puse a bajar las fotos de la cámara mientras intentaba despertar a mi compañero de viaje. Como a las 9 estábamos saliendo a desayunar. Medios dormidos todavía, decidimos ir a lo seguro otra vez, y nos encaminamos a la casa de la famosa cajita feliz.

Recién a las 10 am empezaban a servir los menús que me parecen aptos para desayunar (maffins, tostados, algún tipo de factura, etc.) asique me tuve que conformar con un café extra dulce y galletitas que teníamos en la mochila. Mi hermano, más que feliz, comió una hamburguesa de pollo con jugo de naranja exprimido, y me dijo después de terminar, que mañana se iba a pedir dos.

Después de terminar el abundante desayuno, nos encaminamos por la Nevskiy hacia la Dvortsovaya Ploshchad (Plaza del Palacio) encerrada entre el Palacio de Invierno y el Hermitage hacia el Neva, y el edificio del Estado Mayor hacia el centro de la ciudad. Este último, de estilo imperio, tiene un frente de 580 metros separado en dos alas por un arco triunfal decorado con la gran escultura que simboliza la victoria rusa sobre las tropas napoleónicas en la Guerra Patria de 1812.

También erigida en honor al triunfo del ejército ruso sobre la invasión francesa de los ejércitos de Napoleón, la Aleksándrovskaya kolonna (Columna de Alejandro, por Alejandro I) se eleva imponente en el centro de la Plaza del Palacio. Diseñada también por el francés Montferrand y construida por Betancourt, los mismo de la Catedral de San Isaac, mide unos 47 metros de puro granito rojo coronada por la estatua de un ángel sosteniendo una cruz.

Tickets

Atravesando las arcadas que nos introducían en el patio exterior del museo nos encaminamos a sacar los tickets. Otra vez con dudas sobre que boletos sacar por no poder preguntarle a nadie de carne y hueso (no hay ventanilla de informes), nos pusimos en la fila para las máquinas electrónicas expendedoras de tickets. Los cajeros humanos estaban dentro del museo, detrás de una larguísima fila.
Los boletos disponibles para el museo son…

  • Simple (1día) Permite el acceso a la exposición principal alojada en los cinco edificios interconectados del Museo Hermitage - 400pyb -  350pyb. para los ciudadanos rusos y de Belarús.
  • Combinada (dos días) Permite la entrada por dos días consecutivos a todas las instalaciones operadas por el Museo Hermitage (exposición principal en los cinco edificios, edificio del Estado Mayor General en la Plaza del Palacio, el Palacio Menshikov, Palacio de Invierno de Pedro el Grande y el Museo de la Porcelana)- 500pyb.
  • Permiso para fotos 200pyb.
  • Niños, estudiantes con tarjeta ISIC y pensionados Gratis
Tener en cuenta que el primer jueves de cada mes la entrada es GRATUITA al Mueso para todas las categorías de visitantes y que los lunes no abre.

Con más dudas que certezas, terminamos sacando dos tickets de 400pyb. y un permiso para fotos. Como contabamos con una sola cámara, lo iba a guardar el que la cargara, y no nos arriegabamos a que nos multaran o peor, a no poder sacar fotos. La realidad es que nunca nos lo pidieron.
Boletos en mano, tuvimos que ponernos al final de la gran fila que había en la entrada. A los lados de esta, había carteles cada 8-10 metros que anunciaban que desde esa ubicación restaban “10 minutos para entrar”, “20min…”, “30…” y nosotros estamos a la mitad del “40…”.





San Petersburgo de noche


“A través de mis fotografía puedo hablar de manera más intrincada y profunda que a través de las palabras” Richard Avedon
Desde los últimos días de Mayo hasta la primera mitad de Julio, en San Petersburgo ocurre el fenómeno de “Noches blancas” (Béliye Nóchi). Este se debe a que la ciudad se encuentra en una latitud tan elevada que el Sol nunca pasa por el horizonte por lo que, durante el mes y medio que dura este evento natural, la ciudad no tiene real oscuridad nocturna, sino luz tenue del amanecer toda la noche . Y como todo es motivo de fiesta es cualquier ciudad turística, se organizan infinidad de eventos durante esta época, destacándose el ballet y los conciertos de música clásica.

Pero nosotros viajamos en Agosto, asique la noche fue noche oscura como conocemos en latitudes más australes.

Sin embargo, y como pudimos comprobar gracias a un tío, las ciudades de noche ofrecen otra cara imposible de apreciar durante el día. La luz artificial que ilumina edificios, calles y puentes realza la belleza misteriosa de la oscuridad nocturna. El reflejo de la luminiscente y grandiosa urbe de Pedro sobre el Neva y sus canales, estoy segura, dejaría más que satisfecho a su fundador.

Asique, cámara en mano después de la cena, recorrimos la costanera del río principal desde el Troitskyiy most (Puente de Trotsky) hasta el Dvortsovyy most (Puente del Palacio). Por este último puente cruzamos a la Isla Vasilievsky para caminar por la Plaza Birzhevaya frente al Museo Naval (antigua Bolsa) y al Museo Zoológico. Este parque tiene dos columnas rojas (Columnas Rostrales) decoradas con proas de barcos e imágenes simbolizando los cuatro grandes ríos de Rusia: el Neva, Vóltoj, Volga y Dniéper. Las antorchas de sus ápices aún se prenden en el Día de la Marina.

Uniendo islas


Ya les había comentado que San Petersburgo fue edificada sobre islas, haciendo que la construcción de puentes para comunicarlas fuera fundamental. Por ello, es que la ciudad cuenta cerca de 340 puentes, 22 de estos sobre el Neva son levadizos y constituyen una de las atracción más elegidas por los turistas. Solo durante el verano, pueden verse decenas de barcos y lanchas disfrutando la ciudad desde el agua, ya sea por el río principal o por los pequeños canales cruzados por puentes pintados de brillantes colores y decorados con detalles artísticos y estatuas. Durante la noche, el paseo en barco ofrece la oportunidad de ver las “Noches blancas”, la elevación de los puentes uno a uno para dejar pasar los navíos mercantes y la impresionante vista de la ciudad iluminada.

Todo esto también puede apreciarse desde la costanera, y es mucho más económico para el bolsillo de los viajeros… y las fotos no salen movidas.

Los ríos son navegables solo durante la época estival, en invierno todo está congelado por lo que los puentes permanecen en su sitio hasta el próximo verano.

Volviendo al hotel encontramos una banda callejera de rock y nos paramos a escuchar. Nos sorprendió la cantidad de gente que paraba y se sentaba en las sillas de un puesto de comida en frente de la banda o directamente en el piso. Personas de todas las edades marcando el ritmo con el piecito, moviendo la cabeza y, los más osados, chocando las palmas.

Y así finalizaba nuestro primer día en San Peterburgo. Cansados pero con miles de postales guardadas en nuestras retinas (y en la tarjeta de memoria de la cámara!) nos fuimos a dormir. Al día siguiente nos tocaba recorrer millones de años de arte (literalmente) en uno de los museos más importantes de Europa, el Hermitage.

Catedral de San Isaac


Después del almuerzo, nuestro destino fue la Catedral de San Isaac.

Más cerca de la arquitectura europea que de los clásicos templos ortodoxos, quizás por el origen español de su ingeniero constructor (Agustín de Betancourt,) es considerada “la más grandiosa de las Iglesias” de San Petersburgo. Con una altura de 101 metros, su cúpula ocupa el tercer puesto de las más altas de Europa, por detrás de la de San Pedro en Roma y San Pablo en Londres.

Se ofrecen varios tipos de visitas en esta Iglesia:
  • Interior de la catedral  - 250 rublos
  • Campanario (vista panorámica de la ciudad) - 150 rublos
  • Visitas guiadas en varios idiomas
  • Tener en cuenta que los días miércoles la catedral está cerrada.

A la distancia, entendemos mucho mejor como es la cuestión de los tickets. Pero, en ese momento, no estábamos muy seguros si teníamos que entrar obligatoriamente a la iglesia para poder acceder al campanario y a la vista panorámica que se ofrece desde ahí, muy recomendada por nuestra guía durante el almuerzo. Y entre la gran cantidad de gente que había por todos lados y las filas, no siempre muy respetadas, en las ventanillas de las boleterías, decidimos sacar ticket por 400 rublos para dentro de la catedral y el campanario.

Subiendo las escalinatas de la Catedral, nos dimos cuenta de los dos grupos de molinetes y nos quedó claro: podríamos haber sacado solo el del campanario. Pero…después de haber atravesado las puertas hacia el interior del templo agradecimos la equivocación.

Interior de la catedral

Dentro todo es mármol, paredes, columnas y piso. Las antiguas puertas de entrada al templo, tres en total, tienen talladas hermosas imágenes en el bronce que las recubre. Maquetas de la antigua catedral de madera y de la actual, de piedra, busto de su constructor y la reconstrucción de una sección de la cúpula. La pared principal del templo, el iconostasio, tiene columnas revestidas de malaquita (piedra preciosa de intenso color verde) y lapilazuli. Cerca de 400 obras decoran el santuario, entre esculturas, pinturas y mosaicos. Todo lo dorado que se puede ver es realmente oro. Sería recomendable, si entra en su presupuesto de viaje, contratar una guía para que les explique los detalles de la decoración como un poco de historia de la construcción de la iglesia.

Saliendo de la catedral, cruzamos el segundo par de molinetes que nos llevaban al pie de los casi doscientos escalones que conducen al campanario. Una vez arriba, una pasarela rodea los 360 grados de la cúpula, ofreciendo una vista panorámica inigualable de todo San Petersburgo. El único inconveniente es la gran cantidad de gente que hay, imposible sacar una foto sin que salga un codo o cabeza ajena.

Senatskaya Ploshchad


Una vez en la calle, nos cruzamos a la Plaza del Senado (Senatskaya Ploshchad), en frente de San Isaac. Sentados en el pasto de la plaza, no solo se puede ver el famoso templo en toda su magnitud, sino también, hacia la derecha, el edificio del Senado y a su lado, el del Sínodo, y hacia la izquierda, el Almirantazgo.
Este último, es considerado “centro arquitectónico y de composición de San Petersburgo” porque desde allí parten las tres avenidas más importantes de la ciudad en forma rayos: avenidas Nevsky, Voznesensky y calle Gorohovaya. Construido para alojar los primeros astilleros, este edificio albergó los departamentos estatales de la Flota Rusa y actualmente, a la escuela superior de ingeniería naval.

Sobre la Plaza del Senado se levantó el primer monumento de la ciudad, el “Jinete de bronce”, representado a Pedro I (el Grande) a caballo. Tiene muchísima simbología la estatua: “el pedestal hecho en forma de una ola recordaba la inspiración de Pedro I de conquistar el Mar Báltico para Rusia; el caballo encabritado es el símbolo de Rusia reformada por Pedro El Grande; la corona de laurel en la cabeza de Pedro simboliza la gloria, la serpiente pisoteada por el caballo es una alusión de los episodios de la Guerra del Norte”.

Además del monumento a Pedro el Grande, en la Plaza del Senado se levantan tres monolitos más en honor al escritor Gogol, el geógrafo Nikolái Przewalski y al poeta Vasili Zhukovski, todos obviamente rusos.

¿San Basilio en San Peter?


Seguimos el recorrido por la Avenida del Almirantazgo hasta la Nevskiy, por la cual doblamos, porque nuestro objetivo era ir hasta la Iglesia del Salvador sobre la Sangre Derramada.
Oficialmente llamada “De la Resurrección de Cristo” esta Iglesia es, seguramente, en la que todos pensamos cuando escuchamos hablar o nos imaginamos San Petersburgo. Con sus nueve cúpulas coloridas al estilo San Basilio en Moscú, mosaicos en las paredes exteriores con imágenes de Cristo y Santos, fue construida en el mismo lugar donde el zar Nicolás II sufrió el atentado que le costó la vida en 1881. La entrada cuesta 250 rublos, con descuento para estudiantes con tarjeta ISIC. Más que recomendable pagar para conocer el interior de este templo.

Para aquellos interesado en dirección, horarios y costos de entradas, le dejo la página oficial de las Iglesias-museos de las que escribí más arriba:

Ya eran cerca de las siete de la tarde, por lo que decidimos regresar a la habitación del hotel para descansar un poco antes de salir a cenar y seguir recorriendo la ciudad, pero esta vez, de noche.

Empezando a caminar San Petersburgo



Nuestro recorrido comenzó en la Catedral de la Virgen de Kazán simplemente porque fue el primer gran edificio que vimos yendo desde la estación de tren hacia el hotel.

En plena avenida Nevskiy, fue construida tomando como modelo la Basílica de San Pedro en Roma, en 1800, para guardar dentro la imagen de la Virgen de Kazán, uno de los íconos religiosos más venerados por los rusos. También está enterrado Kutúzov, un importante militar ruso.

Por dentro, el templo es imponente. Techos altísimos, arañas enormes, pisos de mármol y paredes llenas de cuadros con íconos ortodoxos. A diferencia de las iglesias católicas que tienen esculturas de Santos, tanto en el altar principal como en los laterales; los cristianos ortodoxos no pueden o no tienen permitido hacer representaciones tridimensionales de santos y vírgenes. En realidad, la explicación es mucho más profunda del “no los dejan”, en otro momento ahondo un poco más en el tema para los interesados.

La entrada a esta catedral es gratuita, pero no está permitido sacar fotos. Nosotros suponemos que esta regla tiene que ver con la actividad religiosa que hay dentro del templo en todo momento. Pudimos ver como en uno de los altares lateral y separando un cordín con la leyenda “No turistas. Solo orantes” se llevaba a cabo una celebración, larga fila para rezar y besar el ícono de la Vírgen de Kazán ubicado en el iconostasio mayor, y un gran número de fieles que recorría los íconos de las paredes del templo ofreciéndoles unas finas velas encendidas que colocaban en candelabros comunitarios delante de la imagen.

Un detalle que nos llamó la atención, y se repitió en todos los templos ortodoxos que visitamos, fue los puestos de venta de libros, velas, cadenitas, anillos, íconos, ect. dentro del mismo templo, casi siempre, cerca de la puerta de entrada o salida.

Un poco de historia sobre este santuario. Durante la Rusia socialista fue cerrado y en 1982 utiliza como “Museo de historia de la religión y ateísmo”. Para 1992 era devuelto a la Iglesia Ortodoxa y abría nuevamente sus puertas a los devotos rusos.

Catedral de San Nicolás de los Marinos

Dejando atrás esta iglesia, y siguiendo el canal Griboedova hacia el oeste llegamos a la Catedral de San Nicolás de los Marinos y a la Nikolskaya Ploshchad (Plaza de Nicolás). Como San Petersburgo es una ciudad costera, es lógico que los marinos tengan una iglesia dedicada a su santo patrono. Pintada de celeste (¿cómo el mar?), blancas las columnas, marcos de ventanas y puertas y cinco cúpulas doradas coronado su techo exterior, es el clásico templo ortodoxo ruso. Una de las cuatro iglesias de San Petersburgo que no fue cerrada nunca, aún en la época soviética. La entrada también es gratuita.

Ya sea por quedar más alejada de la Nievskiy y del centro, o por sus dimensiones (apenas más) reducidas, los únicos turistas éramos nosotros dos. Pero también estaba el cordín separando el área de la celebración de la que estaban participando no más de 30 personas.

Otra particularidad de las iglesias ortodoxas es que no tienen asientos. Durante toda la “misa”, los fieles están parados delate del iconostasio, que es como una gran pared (siempre va de norte a sur) que separa el templo en dos partes: el santuario, solo para clérigos, y la parte central, en la cual están los íconos en las paredes y los fieles orando. El iconostasio está decorado con una gran cantidad de íconos, muchas veces llegando a los cientos. Posee tres puertas; la central, por la que solo pueden entrar sacerdotes, la meridional, diaconal o simplemente, la de la derecha, y la septentrional o de la izquierda.

Por las orillas del Kryukova

Volviendo al recorrido, salimos del templo a seguir las márgenes de otro canal que nos llevaba derechito hasta la costa del Neva, el Kryukova.

Durante este trayecto pudimos ver el Teatro Mariinsky, en la orilla este. Llamado así en honor a la esposa del zar Alejandro I, María Aleksándrovna, es un edificio pintado de verde (¿pastel?¿verde agua?) que tuvo sobre su escenario grandes artistas rusos de ballet y ópera. Para los interesados en una visita virtual al museo, les dejo la página oficial:

Llegando a la intersección entre los canales Moyka y Kryukova, teníamos la intensión de poder recorrer la isla Nueva Holanda, pequeño pedazo de tierra que quedo rodeado por canales durante la construcción de la ciudad y, que por su gran similitud, le pusieron el nombre de la ciudad a la que asemeja. Lamentablemente, estaban trabajando en la repavimentación del puente que permite el acceso a la isla (Krasnoflotskiy most) y en la calle lateral, así que tuvimos que cruzar el Moyka por el Potsluev most (Puente Potsluev) y continuar hasta el Neva por la calle Truda.

Dos edificaciones de importancia en el tramo hasta el Neva. El primero, el Museo Naval Central en la primera “cuadra” (no existe cuadras de 100metros en Rusia!) y la segunda, el Palacio de Nicolás (Nikoláievski dvoréts) construido para el hijo Nicolás, del zar Nicolás I.
A ninguno de los dos entramos. Sobre el primero, puedo contarles que es una enorme edificación de ladrillos vistos, y que por lo que averiguamos, contiene resabios navales de todas las guerras rusas, es decir, cañones, trozos de barcos, instrumentos de navegación, armas, ect. No muy interesante para mí.
El Palacio de Nicolás es una construcción clásica en forma de “C” cuadrada, pintado de rosa con puertas, ventanas y columnas blancas. Su interior fue desde la residencia del zar Nicolás II y su familia, pasando por sede de un colegio de señoritas, oficinas sindicales durante la revolución bolchevique, y en la actualidad es posible cenar disfrutando de danza y cantos tradicionales rusos.

Almuerzo + guía rusa express

Eran cerca de la una y media del mediodía y finalmente llegamos a la costanera del Neva. Como desde el desayuno en el tren, a las 7.30hs, no comíamos nada, por lo que las cuadras que nos separaban de la avenida Nievskiy las recorrimos bastante rápido, sin detenernos demasiado a ver edificios y monumentos.

Sobre la calle central de San Petersburgo está la más variada oferta de restaurants, puestos y casas de comidas rápidas. Por nuestro desconocimiento y las ganas de comer algo rápido y seguro (no queríamos arriesgarnos con comida rusa todavía), terminamos en el clásico local de hamburguesas y papas fritas de Ronald. Almorzamos por unos 456 rublos, que son cerca de 13 dólares, un BigMac con papas, una ensalada y gaseosas.

No sé si habrá sido por nuestro aspecto de turistas, porque nos habrá escuchado hablar en otro idioma que no era el ruso o porque teníamos abierto el mapa sobre la mesa mientras comíamos, la cuestión es que se nos acercó unas de las chica que estaban en la mesa de al lado, de unos 20-25 años, y nos preguntó si queríamos que nos señalara algunos puntos de la ciudad que no podíamos dejar de ver. Sin desperdiciar el ofrecimiento, empezó a marcarnos un montón de lugares en el mapa haciendo una breve reseña de cada uno. Nos preguntó si teníamos pensado ir al Hermitage, a lo que le respondimos que le íbamos a dedicar todo el día siguiente y levantando el pulgar, aprobó nuestra idea. Agradeciéndole la información que nos brindó, se sentó nuevamente con sus compañeros de mesa para terminar su almuerzo.

Comida, descanso y las recomendaciones de nuestra vecina de mesa fueron la combinación perfecta que nos dio el impulso para seguir recorriendo San Petersburgo.

Un poco de historia de San Petersburgo




“La ciudad inventada, la más fantástica y premeditada del mundo”
Fiodor Dostoievski

Fundada el 27 de mayo de 1703 por Pedro I, en 2003, esta ciudad cumplió 300 años. Una de las ciudades más jóvenes de Europa, si la comparamos con Cádiz en España, eregida en 1100 a.c., o Lisboa en Portugal, en 1200 a.c.

San Petersburgo fue ideada por el zar Pedro I (Pedro el Grande), quien quería tener en Rusia una ciudad al estilo europeo; y diseñada, planificada y construida sobre 42 islas por arquitectos, ingenieros y artistas alemanes, suecos, holandeses, franceses, italianos e ingleses. Así, se pueden encontrar parecidos con muchas ciudades de Europa: “sus malecones recuerdan a París, sus canales a Ámsterdam, por el números de puentes y la sensación de cercanía al mar se asemeja a Venecia, por la niebla y el verdor de los parques, a Londres”.

La “ciudad imperial” no solo albergó al zar que la pensó y a la dinastía Romanov, sino a muchísimos personajes importantes, entre ellos a poetas como Pushkin, escritores como Dotoevski y Gogol, a científicos de la talla de Mendeleyev (creador de la tabla periódica), músicos como Tchaicovsky, entre otros. El líder de la revolución bolchevique, Lenin, estudió en la Universidad de San Petersburgo. De esta manera, gracias a sus notables ciudadanos, sus magníficos monumentos, aristocráticos palacios, hermosos parques, valiosas colecciones de arte en sus museos y majestuosos templos, se ganó el merecido apodo de “capital cultural de Rusia”.

Pero no fue todo color de rosas...



En 1917, durante la Primera Guerra Mundial, San Petersburgo vivió desde la abdicación del zar hasta la instalación del régimen soviético a manos de Lenin, pasando por incontables huelgas, el ataque al Palacio de Invierno por el crucero “Aurora” y su posterior asalto por los revolucionarios. Durante esta época, esta metrópolis cambió su nombre a Leningrado y dejó de ser la capital de Rusia, para cederle el título nuevamente a Moscú.

Durante la Segunda Guerra Mundial, Leningrado sobrellevó un sitio de casi 900 días por parte del ejército alemán, lo cual no solo causó grandes sufrimientos y pérdidas humanas, sino también enormes daños a su patrimonio arquitectónico.

Finalmente, Gorbachov y la Perestroika le devolvieron a la ciudad el nombre original de San Petersburgo. Y la reconstrucción, el esplendor y majestuosidad con la que actualmente atrae a millones de turistas al año para descubrir sus famosos museos, sus teatros y salas de conciertos, exposiciones de arte y diversos festivales.

Uno de esos turistas hoy, somos nosotros.

Alojamiento en San Petersburgo


Llegamos puntuales 8.30am, a "Moskovsky Vokzal" (Estación de Moscú), de la cual solo llegan y salen trenes a Moscú.

La estación está en pleno centro de la ciudad, con salida a la Ploschad Vosstaniya (Plaza de la Insurrección) y a la Nevskiy Prospekt (Avenida Nevskiy). Con aproximadamente 4,5 km de largo, esta es la avenida más importante de todo San Petersburgo. Es cruzada por tres canales, el Moika, el Griboedov y el Fontanka, y dividida por la Plaza de la Insurreción en dos partes: el tramos más antiguo y ancho va desde Dvortsovaya Ploshchad (Plaza del Palacio) hasta la Plaza de la Insurrección, y desde ahí parte el segundo tramo, hasta la Ploshchad Aleksandra Nevskogo.

Locales comerciales de todo tipo, grandes marcas de ropa, de electrónica, restaurants (ресторан), negocios de comidas rápidas, puestos de pintores que ofrecen retratos (картинки) o caricaturas a los transeúntes por un par de rublos, oficinas, etc. hacen que la Avenida Nevskiy esté siempre llena de gente.


Nuestro hotel

Si, para los lectores del blog, dejamos la carpa y nos pusimos un poco más cómodos (jeje!). Como decía, nuestro hotel, «Дворы Капеллы» (Yards of Capella) quedaba en B. Konjushennaja, 11. Pero, como la reserva no la habíamos hecho nosotros y no pudimos imprimir el comprobante, no teníamos exactamente la dirección. Y acá les cuento otra particularidad de Rusia. Muchos hoteles tienen su puerta principal que da a la calle, como estamos acostumbrados; pero, la gran mayoría, están dentro de complejos de edificios. Se entra por una arcada con puerta de chapa, como si fuera de un garaje, y sale a un patio interno en el centro de los edificios. En las paredes de este patio, están las puertas de entrada de los complejos de viviendas y a los hoteles. Demasiadas veces, para los turistas que leemos solo letras latinas, los carteles están escritos exclusivamente en Ruso, y otras, directamente no hay cartel. Asique solo queda entrar y preguntar: “¿Es acá?”. También es muy probable que el hotel, especialmente los de pocas habitaciones – “Petit Hotel”- , o el local comercial que se esté buscando quede en determinado piso de alguno de los edificios de la dirección que te dan, sin ningún tipo de cartel que lo anuncie. Nuevamente inglés, señas, gestos, “dígalo con mímica”, mostrar el papel de la reserva o comparar, logo del hotel/local, etc te ayuda a llegar a destino.




Asique después de caminar los casi 2 km que separaban la estación de tren de nuestra calle y con las referencias que teníamos del alojamiento (puerta de chapa al lado de casa de ropa, una puertita en el segundo patio interno con un cartel a dos aguas en frente que dice “Yards of Capella”), para nuestra sorpresa, encontramos el hotel. No sin antes entrar a todas las puertas de chapa de la cuadra, que fueron bastantes, y a sus respectivos patios.

La habitación era sencilla pero más que cómoda; dos somieres de una plaza, mesita de luz, dos placares, escritorio, una TV plasma, baño completo y hasta frigobar. Para el poco tiempo que pasamos en la pieza, cumplió ampliamente con nuestras expectativas.


Para  futuros viajeros

Es de mucha importancia la ubicación del alojamiento. Un hotel cerca de la estación de tren significaría tener que caminar cerca de 20 cuadras para llegar hasta el centro turístico de San Petersburgo, o tomar el metro, para los que no son muy caminadores, lo que te quita tiempo para recorrer y rublos para gastar en otra cosa. Además, la proximidad de la habitación te da la posibilidad de descansar un par de horas y volver a salir de vuelta. Hay mapas por internet que muestran la ubicación de todos los hoteles disponibles.

Hecho el check in, dejamos las mochilas en la habitación, plano de la ciudad y cámara en mano, salimos a conocer la “ventana rusa abierta a Europa”.


San Petersburgo, ciudad de zares


Alejándonos un poco del estilo clásico de la mayoría de los viajes que se cuentan en el blog, y aprovechando la oportunidad única que se nos presentó de viajar a un destino tan lejano y poco conocido pero a la vez, fascinante y con miles de años de historia, acá va nuestra experiencia en el país más extenso del mundo… Rusia.


Moscú-San Petersburgo

Nuestro viaje comenzó el domingo 10 de agosto, en uno de los trenes que recorren los casi 800 km que separa Moscú de San Petersburgo.

Hay varias formas de llegar a San Peter (abreviatura que los mismos rusos) desde Moscú. La primera, el auto, es la menos recomendable para aquellos que quieren hacerse una “escapada” a San Petersburgo, ya que demanda cerca de 10 horas de viaje, sumando a la necesidad de alquilar auto, conseguir estacionamiento (casi nunca es gratuito), que alguno del grupo le gusto manejar lo suficiente como para aceptar perderse parte del paisaje, que alguno cumpla con los requisitos de carnet de conducir (internacional, con validez mayor a un año), etc. No podemos negar la libertad que da el carro de no depender de horarios y de poder realizar cuantas paradas deseemos a lo largo del recorrido, pero...

La segunda opción es el avión. Si bien uno pensaría que es la forma más rápida de llegar, lamento decepcionarlos. Con casi una hora y media de vuelo, más otra hora y media que hay que estar en la sala de ambarque y con las dos horas de anticipación que hay que salir hacia el aeropuerto (nunca se sabe cuanto podés demorar en una autopista moscovita!) llegamos a las 5 horas de viaje. Hay que tener en cuenta también, que el aeropuerto para vuelos domésticos de San Petersburgo, Pulkovo 2, está a unos 18 km del centro de la ciudad, por lo que se hace necesario la contratación de algún taxi para llegar hasta el alojamiento. En definitiva, se demora el mismo tiempo que un tren diurno rápido, y este último no tiene los inconvenientes del traslado, ni del control de equipaje, de pasaporte, ect.
Lo positivo del avión es que hay tan poca demanda que los precios de los pasajes son parecidos a los de un tren de segunda clase.

El tren es la tercera, la mejor y la más utilizada de las opciones para realizar el trayecto.
Hay dos grandes clases de trenes, diurnos rápidos, que demoran cerca de 4 horas , y los nocturnos, 8 horas. Dentro de los primeros, el más conocido es el “Sapsán”, con dos vagones de primera clase (desde €177, asientos de cuero, comida caliente y bebida incluído) y 7 vagones de segunda clase (desde € 98, asiento de tela, comida no incluída), ambas con enchufes al lado del asiento y Wi-Fi gratis. Salen varios de estos por día, desde las 6 am hasta las 8 pm, aproximadamente.
Los trenes nocturnos (en uno de estos viajamos nosotros!) tienen compartimeintos para dormir con dos (primera clase) o cuatro (segunda clase) camas a modo cucheta. Cada cama cuenta con funda del colchón, almohada, toalla de mano, cubrecama (nosé porque no usan sábana) y un estante a modo de “guantera de auto” donde poder guardar todas las cosas que tenés a mano y no se te caen por el movimiento del tren (me encantó!, pero ojo porque es muy fácil olvidarte las cosas!). Hay varios trenes nocturnos (Flecha Roja, Express, Smena, etc), los boletos van desde los €145 en primera clase y €85 es segunda, el servicio de cena y desayuno varía según cada tren.

Nuestra experiencia


Nosotros viajamos, ida y vuelta, en tren nocturno. Antes de empezar el viaje, me parecía la mejor opción: por el precio, por ahorrarnos dos noches de hotel (cada dólar/euro/peso cuenta!) y por conocer el medio más popular y compartir el viaje con rusos.

El tren salía 23.30 hs asique salimos con tiempo de que nos agarre el clásico tránsito moscovita, y terminamos llegando con una hora de anticipación a la estación. El tren no fue difícil de encontrar, previamente ya habíamos traducido el pasaje electrónico por lo que  ya sabíamos: Поезд (tren) 3A, вагон (vagón) 12, место (asiento) 29, нижнее (abajo) o 30 звонок (arriba). El tren se enciende media hora antes de la partida, y para nuestra sorpresa, el ruso es tan puntual, que salimos hacia San Petersburgo cinco minutos antes de lo que decía el pasaje.

Compartimos camarote con una pareja de rusos, y Alisa, su hijita de 9-10 meses. Una vez más comprobamos que tener primos de todas las edades nos preparó para esa noche, Alisa se despertó cada dos hora llorisquenado, y nosotros tranquilamente volvíamos a dormir. Conclusión, la familia siempre te prepara para las pruebas de la vida.

De rusos no sabemos nada, más que un par de palabras, asique el “puedo sentar a mi hija en tu asiento hasta que arme mi cama” y el “te molesta si bajo la cortina?”, fueron en el idioma universal de las señas. El inglés no es un idioma hablado fuera del ambiente turístico, asique fue muy difícil comprender a la ”provodnik” (la azafata del vagón) cuando nos preguntó que queríamos de desayunar. Por suerte, el padre de Alisa deslizó un “breakfast” y ahí entendimos que nos quería decir. Café (кофе) y té (чай) se dice más o menos parecido, y el acompañamiento fue decisión de nuestro traductor, porque no pudimos entender que nos querían decir en ruso. Terminó siendo una especie de torta frita, un poco más húmeda, con una salsa de frutilla. A mí me gusto, mi hermano no opina lo mismo.

La cena consistió en una bandejita (se puede ver en la foto) que contenía un pancito, para untarle manteca, queso y mermelada, una galletita oblea tipo ópera, un yogurt y una botella de agua. Nuestra recomendación, vayan cenados o con comida porque la badejita es muy prolija y muy rica, pero tiene gusto a poco.